La ciudad de Colón en febrero de 1855
La siguiente es una traducción de un pasaje del libro An account of the Panama rail-road, of the cities of Panama and Aspinwall, with sketches of life and character on the Isthmus, escrito por Robert Tomes en 1855. Este pasaje describe en detalle la ciudad de Colón en febrero de 1855:
La parte norte de la isla Manzanillo
El número total de casas en Aspinwall es de aproximadamente un centenar. Sobre la playa en el extremo norte de la isla hay algunos edificios dispersos, alegres con pintura blanca y persianas verdes. Aquí residen los funcionarios del Ferrocarril de Panamá. A la derecha de estos edificios dispersos se encuentran las obras y el depósito de la empresa con talleres y embalses.
En el norte la costa se curva, conduciendo hacia el este a una parte no despejada de la isla, donde una estrecha playa de arenas blancas separa el mar de la selva impenetrable. A medida que giramos hacia el oeste y seguimos la orilla, nos encontramos con un edificio de hierro ondulado en proceso de construcción. Aquí supuestamente vivirá el cónsul británico. Si es que alguna vez tiene el valor de vivir, en lo que es solo un apetitoso objetivo para cualquier artillería del mundo. Los relámpagos de la temporada lluviosa mantienen a esta casa constantemente iluminada, y lamenté, en conjunto con el coronel Totten, cuya casa está al lado, por varias palmeras caidas, a consecuencia de su proximidad fatal con esta casa de hierro.
Habían cabañas, chozas, hospitales y un pantano
A medida que avanzamos, pasamos por tres cabañas de madera con techo puntiagudo, persianas y terrazas verdes, habitadas por empleados de la Compañía. Seguidamente, hay unos edificios feos, pintados con cal blanca. Sentados en sus escalones hay unos marineros de rostro pálido y un negro convaleciente melancólico fumando en pipas. Aparentemente, estos edificios son hospitales. Un poco más allá, en la periferia, hay algunas chozas con negras semidesnudas y niños barrigones tomando el sol.
Nos abrimos paso hacia la parte más densa del asentamiento. Esta parte está sobre charcos pantanosos, corruptos con materia en descomposición, raíces negras podridas de árboles y todo tipo de despojos putrefactos. Estos despojos resisten incluso las capacidades de limpieza de esos famosos carroñeros negros, los gallinazos, que se reúnen en bandadas a su alrededor.
¿Cómo eran las calles de Colón en 1855?
Entramos ahora en la vía del tren, que nos lleva a la calle principal que está frente al mar. A esta calle la delimita por un lado una exigua hilera de casas formada por la oficina del ferrocarril, una tienda o dos, media docena de posadas y cantinas. Por el otro lado la limita la vía del tren, sobre un terraplén de unos pocos pies por encima del nivel del mar.
Hay otra, y sólo otra, calle a la que se llega cruzando un puente de madera. De hecho, este puente solamente lo puede cruzar, con seguridad, un hombre sobrio con mucho cuidado y solamente durante el día. Un borracho nunca podría cruzarlo. El puente se extiende sobre una gran sábana de agua sucia que fluye en el mismo centro de la llamada ciudad.
Esta segunda calle comienza en la playa de coral que está en el extremo norte de la isla y corre hacia el sur hasta terminar en un pantano. Hay grupos de casas en ambos extremos de la calle y justo a la mitad de ambos extremos, la calle se reduce a un camino angosto sobre un puente peatonal inseguro. Con respecto al grupo de casas que está sobre el pantano, son edificios de madera pino con cimientos que se sumergen en el pantano. Sus ventanas traseras inhalan la malaria de la jungla de manzanillos colindante, mientras que sus ventanas frontales se abren sobre el agua sucia ya descrita y que llena la parte central de la ciudad.
De los hoteles y las casas
Los hoteles -grandes casas de madera dispersas- están con sus puertas abiertas de par en par. Atrapan a los viajeros que van hacia California, quienes son expulsados de Colón con fiebre como recuerdo del lugar.
Todas las casas de Aspinwall son de madera. Las excepciones son de la estucada oficina del ferrocarril, la precaria vivienda de hierro ondulado del cónsul británico y un edificio de ladrillos que está en construcción bajo las lentas manos de algunos albañiles negros de Jamaica. La madera de los edificios más pretenciosos fue enviada desde Maine o Georgia. Entre estos edificios destaca el edificio más grande del lugar, el Hotel Estados Unidos, que pertenece a un tal Mr. Aspinwall de Nueva York, y que lamenté escuchar que no paga.
Los habitantes de Colón en 1855
Los habitantes de Aspinwall, unos ochocientos, son de todas las razas y colores. Los funcionarios del ferrocarril, los agentes del barco de vapor, los cónsules extranjeros y una veintena de comerciantes yanquis, hoteleros, marcadores de billar y camareros, comprenden todos los blancos, que son la minoría. La mejor clase de los comerciantes son mulatos de Jamaica, Santo Domingo y las demás islas de las Indias Occidentales. Los distribuidores de grog barato y los vendedores ambulantes de frutas y artículos pequeños son principalmente negros.
La mayor parte de la población está formada por trabajadores negros sonrientes de Jamaica, nativos amarillos de sangre mixta africana e india, hindúes tristes con turbantes y pobres culís exiliados del Ganges.
La llegada de los pasajeros californianos desde Nueva York o Panamá cada quince días es un gran evento en Aspinwall. La población se duplica a la vez por los recién llegados, quienes, llegando de Nueva York y San Francisco, a menudo se reúnen en la ciudad e intercambian saludos desde los dos océanos. El inanimado letargo del lugar es acelerado de inmediato por los aventureros.
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